Su taza está vacía. Yo, poco a poco, sorbo mi café. Qué amargura, qué silencio.
Cierro los ojos y le siento detrás de mí. El olor a sexo se mezcla son el de su pelo y el de su piel. Echo mi cabeza hacia atrás, dejándole libre mi cuello, pero no lo besa. Su taza está vacía.
Sorbo el café, está frío… tanto como lo estoy yo. O no, incluso menos.
Desapareció como la estela de un avión en el cielo azul, como los barcos cuando cruzan esa línea imaginaria del infinito, como el humo de su cigarro. Desapareció y el café no sabe como ella…
El viento se lo lleva todo… Le pediré que me lleve a mí, que me lleve pronto, que me lleve lejos. Aunque sé que de nada sirve, porque para volver a verla como quiero, sólo me basta con volver a cerrar los ojos.
Sorbo el café, pero ya no hay.