A mi nieta – Carta Nº1

El pasado sábado 14 de marzo el Gobierno de España decretó el estado de alarma durante quince días en todo el territorio nacional para frenar la expansión del coronavirus (COVID-19). Ocho días más tarde, el 22 de marzo, el presidente Pedro Sánchez afirmó que se ampliaría la medida quince días más, lo que supone que el confinamiento continuará hasta el 11 de abril, justo después de Semana Santa.

Lunes, 23 de marzo de 2020

De todas las veces que imaginé que huía de la humanidad, en ninguna aparecía dentro de un chalet adosado con vistas al mar. 

Me siento a escribir de manera que cuando levanto la vista lo veo tras el tejado de la casa de enfrente. Hoy está nublado y es difícil distinguir lo que llaman el horizonte, esa delgada línea que separa el mar del cielo. A veces pienso que se funden a propósito para demostrarnos que tal cosa que llaman cielo no existe. O sí, pero en todas partes, incluso en tu pecho o en el mío.  

Llevamos diez días confinadas/os en casa. Detesto decir esa palabra porque me recuerda a una multitud de animales (humanos o no) humillados, violentados y obligados a compartir un espacio en el que no caben. El único parecido con mi realidad es que comparto un espacio con más animales: dos perras y tu abuelo. Somos cuatro sin contar todos los pájaros que nos visitan —cuando las perras dejan— y devoran la comida que les ponemos en el balcón. 

A tu abuelo no le hace mucha gracia. No porque se devoren la comida en menos de tres días, sino porque la terraza es una mierda cuando se van. Yo hago hincapié justo en eso: es una mierda cuando se van, no cuando están. Los días, por ejemplo, también son una mierda cuando un ser querido se va, pienso. Sólo el sábado en Italia se fueron 793 personas. Imagínate, qué mierda.

Últimamente siento que me falta el aire. Supongo que sólo es sugestión. Cuando me siento así, con el pecho chiquitico entre las manos de un monstruo que ni siquiera veo, inhalo y exhalo mirando la eternidad. No te diré dónde está porque espero que te des cuenta que está donde quieras que esté. 

Lo que te decía: de todas las as veces que imaginé que huía de la humanidad, en ninguna aparecía dentro de un chalet adosado con vistas al mar. 

Soñaba con irme a la India a rodearme de monjes, silencio y criaturas pequeñas y preciosas que me enseñaran de una vez por todas a disfrutar de los placeres pequeños y preciosos. Como no terminé nunca yendo a aquel país, no sé si lo que amaba era el verdadero país o mi idea del país. Vete a saber, supongo que lo segundo.

Soñaba también con irme a un bosque, lleno de árboles, pájaros, ardillas, conejos y hormigas. Cuando cerraba los ojos, imaginaba que cuando abrazaba los árboles se sentaban en mi hombro hadas, duendes y elfos, y que entablábamos unas conversaciones dignas de ser escuchadas por el resto de la humanidad. 

Antes del confinamiento, tu abuelo y yo nos enamoramos perdidamente de una casa que está a la venta. Todos los días me levanto y me imagino en el jardín, saludando los almendros y perdiéndome entre los pinos que tiene el terreno en la parte de atrás. No sé si es porque no estoy allí, pero me parece que en aquel lugar esta cuarentena no sería igual. Quizás, como el aire que me falta, sea sólo sugestión. Al fin y al cabo, el verdadero encierro empieza en nuestra piel y se expande hacia adentro.

En este chalet, como podrás imaginar, no hay monjes, ni ardillas, ni conejos, ni hormigas. Sobra —eso sí— silencio, sobre todo cuando los pájaros se van. Cuando eso sucede —es decir, a menudo en días como hoy, cuando no sabemos si va a llover o no- imagino que

Tengo un hada / sentada / en el dedo pequeño / de mi mano izquierda. / A veces se balancea / —como las ramas de las buganvillas— / y siento un cosquilleo en el pecho, / justo por encima de un lunar  / pequeñito y perceptible / como ella. / A veces creo que me mira.  / Incluso, que me cree. / Será por eso que está en mi dedo / y no en aquel, ni aquel, ni aquel otro: / Porque me mira y le creo, / porque le miro y me cree.

* Esto último lo escribí hace un par de semanas cuando nada de esto había empezado.

Quizás, cariño, no nos haga falta huir para encontrar. 

Mañana más. 

2 respuestas a «A mi nieta – Carta Nº1»

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