La llegada del otoño me ha hecho pensarte.
Y no sé si es por aquellos viajes
en los que caminábamos felices
pisando hojas marrones y amarillas
en los pueblos del norte de Madrid;
o porque he recordado
-con algo de pesar-
los meses en los que
tu olvido arrancó mis hojas
y me dejó desnuda
cuando más frío tenía.
De cualquier forma,
hoy he sonreído a los árboles.
Este será otro otoño
y -para mi fortuna-
no estás ni tú, ausete,
ni ese dolor,
ni aquella fría desnudez.