«Ni tú, ni yo»

Desde el principio lo dejaron claro: ambos preferían el vino. La diferencia era que él no resistiría la tentación de decirle que no a una buena cerveza.

Así era él y ella lo quería. Igual le daba que él prefiriera el vino, la cerveza o ambos. ¿Acaso no existen también quienes prefieren el pescado pero no niegan un solomito tres cuartos?

Lo quería lo suficiente. Lo suficiente para pensarlo todos los días; para desearle siempre lo mejor aunque no estuviera entre sus planes; para sonreír pensándolo; para hablar de él con el mismo orgullo que lo hace un padre de su hijo; para escribirle párrafos enteros sin obtener ni una letra a cambio; para intentar ser la luz de su oscuridad y el dulce de sus amarguras…

Ella lo quería lo suficiente como para querer ser cerveza. El problema era que él la quería pero no lo suficiente para bebérsela entera, porque prefería el vino sobre cualquier otro adictivo, incluidas esas cervezas de las que sólo hay una.

Sólo el tiempo les demostraría cuán equivocados estaban… Él por beber cervezas y ella por querer un vino que sabía que no era el suyo. 

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