Entré a la sala. No había nadie más. Nadie, salvo quienes me esperaban en las fotografías en blanco y negro: Niñas(os) con malformaciones genéticas y enfermedades dermatológicas, una madre en un cementerio, otra mujer con una máscara en la nariz, un hombre a la espera de un transplante… Rostros de una cotidianidad silenciada que perfora el alma.
Hoy, las semillas transgénicas ocupan el 60% de la superficie cultivable de Argentina. En la última década se han triplicado los casos de cáncer, los abortos espontáneos han aumentando un 400% y más de 13 millones de personas están afectadas. Sus casos, evidentemente, no están sistematizados, ni controlados oficialmente.
Deseé que más ojos como los míos estuvieran en frente de las fotografías. «¿Dónde están <<todas/os>>?», pensé. Recordé las calles del Barrio El Carmen por las que caminé antes de llegar: las mesas en las terrazas de los bares estaban llenas de personas tomando cerveza al sol… ¡llenas de personas tomando cerveza al sol!
Volví al presente. Seguía sola en la sala. Escuché la música de fondo, re-miré una a una todas las fotografías y pensé en todos retos que nos quedan y en las múltiples oportunidades que tenemos para seguir (re)construyendo humanidad. En medio de mi desasosiego, aquel pensamiento fue precioso.
«El coste de los agrotóxicos», una exposición magistral del fotógrafo Pablo Ernesto Piovano, en el Col·legi Major Rector Peset (Valencia).