Deslizo mi dedo sobre el contorno de su labio inferior y me lo humedece con la punta de su lengua. El contacto me eriza la piel.
Si supiera lo bien que me sientan su piel caliente y sus pezones erguidos junto a los míos. Encorva su espalda cuando meto mi lengua en las profundidades de su bocay la aprieto con mi pelvis hacia abajo.
– «Mírame», le digo con un susurro cansado de tanto besar. Sus ojos azules atraviesan los míos hasta hacerme sentir el corazón entre las piernas. Vuelvo a apretar mi pelvis hacia abajo mientras acerco mi boca a su cuello. La beso por el lado derecho y voy subiendo hasta llegar a su oreja. Le agarro el lóbulo con mis dientes y exhalo aire caliente por la boca, despacio.
Ella resopla y me agarra del cuello con ambas manos. Me separo para apoyarme en rodillas y codos y le doy un beso en la boca. Y entonces mi lengua baja al cuello, pasa por la clavícula y luego por entre sus pechos, erguidos ya.
Lamo el derecho de abajo a arriba. La miro a los ojos y otra vez los tiene cerrados. Me meto el pezón a la boca y juego con él. Mientras lo hago, hago círculos con mi cadera sobre ella. No me doy cuenta de que se me está entumeciendo el brazo izquierdo, donde estoy apoyada, hasta tener que cambiar de posición para empezar a saborear su otro pezón.
Siento cómo empieza a hacer movimientos hacia arriba con su cadera, cada vez son menos espaciados. Dejo mi cadera quieta y bajo la lengua hasta un poco más abajo del ombligo, donde empieza la marca del sol del verano. Su pelvis exige mi boca con un movimiento aún más fuerte, pero me detengo.
Veo que abre los ojos, sonrío, le miro y meto mis manos por debajo de su espalda. Ella se mueve para hacérmelo más fácil. Bajo por su cintura hasta llegar a su cadera y la agarro fuerte desde la parte de abajo. Siento que le gusta. Lo repito.
Saco mis manos de ahí y le pongo en los pechos las palmas de mis manos. Los masajeo con deleite. Se siente bien. Y así, poco a poco, dejo que mis manos se paseen por todo su cuerpo: las costillas, el ombligo, el pubis, los abductores, los aductores… de arriba a abajo, de abajo a arriba, de afuera a adentro, de adentro a afuera… A veces mi legua humedece el recorrido, a veces no.
Estoy cerca. Ella lo siente. Respira rápido, más que yo… Y justo cuando paso dosde mis dedos por los costados de su clítoris, se retuerce debajo de mí y suelta uno de esos sonidos malditamente sensuales que sólo ella sabe hacer, con esa voz ronca y profunda.
Me estremezco al volver a centrarme en su respiración entrecortada. Mis dedos ya se han hecho camino por la superficie húmeda y pegajosa. Quiero entrar, ella gime… Y entonces introduzco mi dedo corazón, despacio, sintiendo todas sus paredes lisas, calientes, estrechas, saladas. Huele a sexo. Me suda la espalda. Me palpita la entrepierna. Busco su clítoris con mi lengua mientras muevo el dedo despacio, haciendo círculos en el fondo. Siento sus músculos contraerse una y otra vez… Acelero el ritmo. Saco el dedo y vuelvo a introducirlo, pero acompañado. Ahora son dos. Oigo nuestra respiración y el característico sonido que hacen los dedos cuando están jugando entre humedades.
Sin sacarlos de ahí, busco una posición en la que pueda tocarme yo también. Lo hago, despacio. Subo el ritmo. Otro poco. Y entonces nos venimos… no es tan difícil hacerlo juntas. Ella es fuego. Y yo madera.
Si supiera lo bien que me sienta…
Me ha encantado!
¡Qué emoción! ¡GRACIAS por leerme! Espero hacerlo cada día mejor. Un abrazo inmenso 🙂