En memoria al «hombre de las ranas de papel»

Para Susana (y María Mercedes), con un amor gigante

Inhaló profundo, esperando que el aire la llenara de fuerza, y entró a la habitación. Hacía frío.

Buenos días papá, dijo a través de la mascarilla rectangular azul.

El pito agudo y constante de una de las tantas máquinas que rodeaban la camilla fue lo único que escuchó después. Mauricio Escobar Villegas llevaba 38 días en la Unidad de Cuidados Intensivos.

Papá, me oyes, ¿verdad?

(Pausa)

Su barba gris está invadida por pedazos de microporo blanco que sostienen un tubo gigante que ha sido introducido por su boca y otros cables que vistos desde lejos parecen una telaraña plástica. A través de los párpados no se ve ningún tipo de movimiento en esos ojos café de mirada tierna y profunda; su piel aún tibia no responde a ningún estímulo y sus grandes manos -proporcionales claro a sus casi dos metros de estatura- se asoman por entre una sábana blanca que cubre su cuerpo, ya incapaces de dar un fuerte apretón de manos…

– Papá, despierta… no sabes cuánta falta nos haces… tenemos pendientes muchos abrazos y viajes juntos, ¿recuerdas?… mamá te necesita… y «A», «C», «R» y yo también… Tal vez no hayamos sido los hijos más perfectos, pero te amamos Papá… porque nos lo has dado todo y porque nos has enseñado a luchar y a centrarnos en lo que somos y lo que queremos.

No puedes dejarnos ahora, ¡la vida no sería lo mismo sin ti!… 

Pasó su mano por la frente y siguió acariciando su cabeza -sin pelos en la coronilla- hasta que sus dedos tocaron la almohada.

No sé si debería decirlo pero si necesitas descansar, vete… puedes irte en paz papá, no soporto verte así, aquí pero ausente, es terrible… nos diste la mejor niñez y nos dejas tantos recuerdos que podríamos revivirlos sin parar semanas enteras. No será difícil volver a sentirte, te lo aseguro… Sé que desde donde sea que estés nos ayudarás a ser fuertes y a salir adelante, ¿no es así? Y algún día entenderemos que te necesitaban en el cielo, o más bien que ya merecías el cielo.

Desvió su mirada hacia la pared de enfrente y suspiró de nuevo.

Papá, debo irme. Soñaré todo el día con que me estés esperando con los ojos abiertos… Y si acaso vuelvo y ya te has ido, quiero que sepas que soñaré eso mismo el resto de mi vida, hasta que podamos abrazarnos otra vez. Te amo papá.

Cogió su mano y la besó.. y luego, con la cara húmeda, volvió a besarlo en su frente… por última vez.

Un relato «ficticio-real» en memoria de Mauricio Escobar Villegas, un hombre que recordaré siempre aunque ya no esté, como la rana de papel que me regaló…

QEPD.

(Leo, estás con él, ¿verdad?)

2 respuestas a «En memoria al «hombre de las ranas de papel»»

  1. Excelente forma de hacer realidad las palabras escritas. Es una forma de escribir muy atrapadora. Me imagino como será un libro escrito por ti. Lo estaré esperasndo

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