Ha pasado tanto tiempo desde la última vez,
que ya no recordaba qué era sentir un pozo lleno de miedos
acurrucado en el pecho.
Llevo con él semanas
y aún no me acostumbro a su peso, ni su aliento.
¿Cómo acostumbrarse a una presencia que crece?, me pregunto.
Hasta ahora no había sido capaz de escribir.
Y no sé si pueda.
Tengo las dudas alborotadas
como un avispero.
Me pregunto si alguien me comprendería
si me vuelvo grito.
A veces me siento sola. Y ridícula.
-es ridículo-.
Pienso en el mundo,
que se deshace a trocitos,
y lloro.
Lloro
y no me consuela ni siquiera el cielo.
Entonces yo, periodista,
evito los periódicos.
Y yo, persona,
evito las personas…
Como si con dar la espalda bastara.
Pienso en el mundo
y lloro.
Pero sigo, sí,
claro que sigo…
porque la vida sigue,
porque soy,
porque estoy,
porque puedo,
porque debo,
porque quiero.
Sigo.