A veces -tal vez muchas- deseé abrazarte aún sabiendo que estabas lejos, y quizás no solo… Quería darte un beso (o muchos quizás) como ese último de aquella vez y sentir lo mismo de antes, con la misma intensidad.
Yo quería llamarte, salir, hablar, reír y llorar contigo… Deseaba volver a correr el riesgo de quererte otra vez, sin medida, sin tiempo, sin miedo… Quería volver a sentirte cerca, a sentirte mío, a saberme tuya…
Yo estaba dispuesta a enamorarte y a quererte un poquito más todos los días, ¿sabías?
Lo cierto es que quizás querías estar solo, o tal vez no era nuestro momento, o yo ya no te gustaba, o tu amor no era suficiente. Por eso preferí imaginarte.
Te confieso que así olvidé que tú todo lo habías olvidado y cada mirada fue entonces más intensa y cada sonrisa más real. Te imaginé y volví a olvidarme de respirar con tus besos; tus caricias fueron otra vez eternas y el silencio fue testigo -por fin- de dos cuerpos que siempre quisieron darlo todo.
Cuando cerré los ojos te abracé, te besé, te volví a besar y te sentí cerca, más mío que nunca. Y te confieso que no fue una vez, fueron muchas.
Cúlpame (si quieres), pero recordarte sigue siendo -sólo a veces- inevitable… porque yo sí te quise, porque yo aún te quiero.
Inevitable: has traducido mis pensamientos a palabras. Tal cual.
¡GRACIAS! Gracias por leerme y leerte en mis letras. Me hace muy feliz. ¡Un abrazo enorme!