A mi derecha, por la pequeña ventana, se asoma el Gigante Azul, el siempre tan poderoso y enigmático Océano Atlántico.
Más de 200 personas intentan, en vano, acompañar mi soledad. Ni los recuerdos consiguen hacerlo a casi 10.500 metros sobre el nivel del mar.
– «Queremos salir, lo necesitamos», imploran ellas, siempre imprudentes.
– «No es el momento», respondo disgustada y con voz ahogada.
– «Para ti nunca es el momento», insisten.
– «Si ya lo saben, ¿por qué no buscan otros ojos? ¡¿cuántas veces debo pedírselos?!».
Me muerdo el labio, me tapo los oídos y me distraigo mirando el reloj. No me hace bien escucharlas… A veces logran ser bastante persuasivas. No me gusta…
Esta mañana salieron unas descarriadas, ansiosas de aire, ahogadas en sal.
– «Sé fuerte», me había dicho a mí misma mordiéndome el labio tan fuerte que dolía. Pero ellas salieron sin control.
Las odio.
– «¿No pueden esperarse un momento? ¿tienen que exhibirse así?», les pregunté luego con un hilo de voz.
Ellas sólo rieron fastidiosas y bajaron triunfantes y satisfechas, impulsadas como un niño por un tobogán.
No me gusta.
Vuelvo a mirar el reloj. Son las 7:57.
– «Vas en la mitad», me digo a mí misma optimista, evitando no perder la costumbre.
Me pregunto si aquel lugar donde el cerebro guarda los recuerdos sabrá que son sólo eso: recuerdos… Tal vez sí. Pero no me preocupa. ¿Qué más da? Siguen igual de «vivos».
– «Señora Nostalgia, ¿podría volver en otro momento?», le pregunto cordial.
Como no oigo respuesta, grito como quería hacerlo desde un principio: «¡Maldita Nostalgia! ¡no te quiero! ¡vete! ¡déjame!».
Es un grito catártico. Se siente bien.
La espalda -como de costumbre- me pide otra posición. Nunca está contenta con ninguna… La maldigo mientras me acomodo intentando ser lo más original posible.
– «Sólo la mitad», me animo por enésima vez en mi nueva posición. «Sólo la mitad».
QUE BUEN COMENTARIO A LA NOSTALGIA. DE FORMA HERMOSA SE LE DICE A ESA MALDITA QUE NO MAS…. A Y LA ESPALDA SI QUE ES NECESARIA PERO SE QUEJA MUCHO. FELICITACIONES