El ciberespacio, un lugar no lugar

Además del «enigma» de si las ciberculturas son algo real o virtual, tenemos otro: ¿es el espacio en el que éstas se desarrollan, es decir, el ciberespacio, un lugar o un no lugar?

Comencemos diciendo que el ciberespacio -parafraseando a Pierre Levy en su texto «Inteligencia colectiva»- más que designar los nuevos soportes de la información, designa es los modos originales de creación, de navegación en el conocimiento y de relación social que ellos permiten. Levy dice: «El ciberespacio: urbanística nómada, ingeniería de programa, puentes y calzadas líquidos del espacio del saber. Lleva consigo maneras de percibir, de sentir, recordarse, de trabajar, de jugar, de estar juntos». Según esto, el ciberespacio sí podría ser un lugar  puesto que en él se llevan a cabo interacciones y éste tiene su propia esencia. O, ¿no es esto un lugar?, ¿un espacio con características determinadas que puede ser ocupado para llevar a cabo tareas determinadas? Y es que -como dice Levy en el texto anteriormente mencionado- «los seres humanos no habitan pues solamente en el espacio físico o geométrico, viven también y simultáneamente en espacios afectivos, estéticos, sociales, históricos: espacios de significación en general».

Tal vez el ciberespacio, al contrario de una alcoba, por ejemplo, no puede ser medible, ni trazable. Pero -como ésta- sí puede ser ocupada -de diferente modo, claro- y sí tiene características que lo definan e individuos que sean partícipes de su identidad. Por lo tanto, podría decirse que el ciberespacio es un lugar no lugar. Un no lugar tan lugar que -según Levy- tiene su propia arquitectónica.

En este sentido Levy habla de tres arquitecturas. La primera de ellas es la arquitectura de la información, es decir, la estructuración de la misma. ¿Dónde se ve reflejada esta arquitectura? En la web 1.0, que es más que nada generadora de contenidos unidireccionales, sin feedback. La segunda es la arquitectura de participación que se ve es en la web 2.0 donde el usuario pasa de ser pasivo a ser totalmente activo. Es gracias a esta arquitectura que aparecen los colectivos inteligentes con el fin de generar transformaciones en pro de la cultura y la sociedad pero teniendo como base -claro está- la tecnología. Este tipo de transformaciones es lo que haría parte de esa utópica «cibercultura ideal» que sería algo así:

La tercera arquitectura es la de experiencia. Ésta es la que integra los videojuegos y las tecnologías en 3D y se da con la web 3Di. Aquí lo importante es en enganche y la inmersión más que la participación. Gracias a esta arquitectura el «usuario» -que más que usuario es «uno más de ese mundo»- vive en constante sensación de co-presencia. SketchUp, por ejemplo, un software de modelado en 3D que puede ser usada por cualquier persona que quiera  «diseñar algo, desde una cafetera a un rascacielos», como dice la propia página.

Por otra parte, Levy nos habla de los cuatro espacios antropológicos  que coexisten y en los que ocurren y tienen su significación todos los objetos y fenómenos, y que cohexisten. Ellos son: la Tierra (cosmos donde habitan el lenguaje, la técnica y los contratos sociales), el Territorio (a quien caracterizan la agricultura, el Estado y las ciudades), es espacio de las mercancías (caracterizado por el capitalismo y el flujo de materias, de energías y de capitales) y, por último, el espacio del saber (habitado por intelectos colectivos que usan la imaginación para reconfiguraciones dinámicas permanentes).

Retomando lo que hablábamos al principio, ¿cuáles son las características que definen y singularizan el ciberespacio? En primer lugar que es un campo vasto, abierto y parcialmente indeterminado, como bien lo dice Levy. Y en segundo que el receptor no es el punto de llegada, sino el centro. ¿Qué quiere decir eso? que el usuario (receptor) también es productor. De ahí la figura que mencionaba anteriormente del prosumidor y de otra que también hay que tener en cuenta que es la del lectoautor. Es bien importante esto porque es lo que permite que haya una transformación del concepto de autor y obra pues el entorno tecnocultural emergente permite que los intérpretes sean también autores (el arte de la implicación) , de tal manera que el creador siempre es un colectivo.

Suenan pues bastante optimistas estas características. No obstante, el ciberespacio y las ciberculturas tienen grandes brechas. Entre ellas la distribución, la equidad, el acceso y la inclusión. ¿Cómo solucionarlas? Teniendo en cuenta tres factores: la usabilidad, la accesibilidad y la encontrabilidad, tres soluciones que pueden tenerse en cuenta desde esos pequeños grandes proyectos que comienzan donde menos uno los espera, como pasa en el documental de «Los saberes libres». La ambición por esta equidad y esta accesibilidad no segmentada de la tecnología no tienen que soñarla sólamente grandes empresas como Microssoft (veamos el video abajo). Los resultados pueden hacerse por segmentos para lograr luego homogenizarlos todos.

 

Texto de referencia: Inteligencia Colectiva de Pierre Levy

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