Los nombres del testimonio han sido cambiados a petición de la protagonista. Lo realicé en el 2009 y por lo que sé, ella aún no se ha separado. Hoy, dos años después, seguramente la situación con su esposo siga siendo la misma. ¡Es una lástima!
Mi mamá se murió cuando yo tenía 7 años. Éramos 12 hermanos, quedaos con mi papá quien -a propósito- nos dio muy mala vida. A los 15 años me fui de la casa. Me vine a trabajar a Medellín en Campo Valdés tres meses. Después, me fui para mi pueblo, para El Carmen de Viboral. Eso fue un miércoles Santo. Allá empecé a salir con un vecino -que había vivido ahí mismo toda la vida- desde el otro día que llegué. Al poco tiempo me fui a vivir con él. Él tenía 21 años cuando eso.
Primero me fui a vivir con una prima de Jorge* y al mes me fui para donde una hermana de él a ayudarle a cuidar a los hijos. Tenía los cinco niños pequeñitos. Me dieron muy malos tratos. Él y toda su familia me hacían quedar mal delante de la gente.
Sebastián*, mi primer hijo, nació cuando yo tenía 17. Cuando él nació, Jorge* cambió mucho. El problema fue que desde que yo quedé en embarazo, él andaba con otra y yo no lo sabía. A los cuatro meses de haber tenido el primero volví a quedar en embarazo. Desafortunadamente él siguió en las mismas. Yo me vine a dar cuenta que él estaba con otra cuando Manuela*, mi hija, tenía nueve meses de nacida. Lo supe porque él salía mucho y una vez lo seguí. Me lo encontré en una discoteca bailando con esa mujer. A ella le di una trompada y a él le dañé la moto.
Me fui con los dos chiquitos y lo dejé. Llegué donde mi papá. Y aunque él no me quiso recibir con los dos niños, me quedé. Un día, Jorge* fue por la parte de atrás de la casa y me sacó al niño. Yo estaba sola. Mi familia y la de él estaban de su parte. Me tocó quedarme sólo con la niña. Demandé al papá de los niños pero tenía a todos en contra y eso se quedó así. El niño fue creciendo y volvió donde mí porque su papá lo trataba también muy mal.
Me puse a trabajar en El Carmen un año donde una profesora que no me acuerdo cómo se llamaba. El esposo era Jairo Múnera*. Yo tenía 20 años.
Cuando cumplí 21 me devolví a trabajar a Medellín donde «Doña Clara*». Y desde eso trabajo ahí. Llevo 16 años, los cumplí en mayo. Dejé la niña con una tía de Jorge*. La visitaba cada 15 días, cada 20 o cada mes. Mejor dicho, cada que tuviera plata, cada que me pagaban.
A los 6 años de habernos separado, Jorge* me volvió a buscar -en un mes de mayo- porque la novia con la que él andaba se casó con otro. Además, los hijos ya estaban crecidos y ya no podían vivir más con la familia del papá. Decidimos ir a pagar arriendo. Él paga el alquiler y yo los servicios y la comida. ¡Ah! y también visto a mis hijos.
Jorge* va borracho a pegarme porque cree que yo estoy con otro. Una vez, un diciembre llegó borracho por la noche a la casa. Yo iba a salir con la niña mía para donde una vecina pero él me dijo que no me podía ir. Yo le dije que sí. Las cosas se quedaron así, finalmente me quedé. Al otro día, se levantó bravo como cosa rara. Me preguntó que qué había hecho y yo le contesté que a él no me importaba. Me dio tres golpes en la cabeza. Yo cogí una paila y se la aplasté en la cabeza y listo, él salió y se fue. «Doña Clara*» me la había regalado sin palo. ¡Ay hombre! el fondo de la paila quedó todo hundido.
¿Que por qué se mantiene de mal genio? porque los niños le van a pedir plata, sobre todo los fines de semana. De pronto al niño sí le da pero a la niña no. Salió igualito a la mamá, rechaza a la niña por eso, porque es mujer. ¿No ve que la mamá de él sólo quiere a los hombres de la casa?
Otra vez también llegó borracho, a medianoche. Eso fue un 24 de diciembre, al año de haber pasado lo de la paila. Yo estaba con mi hija. Ese día había llovido mucho. La tía de él me había mandado llamar para que fuera a su casa un ratico porque estaba reunida toda la familia. Yo iba a salir cuando él entró. Me dijo que no me podía ir que porque estaba muy tarde. Yo le contesté: «Si usted ya se emborrachó, acuéstese a dormir la borrachera porque yo me voy con la niña para donde Diana*». Me dijo que no y me empujó. Caí en un muro de espaldas. Él salió y se fue, se voló. Yo me quedé ahí y la niña bregó a ayudarme a parar pero no fui capaz. Cuando ella iba a ir a buscar ayuda volvió el papá. Me dijo que yo no podía salir entonces para que Manuela* pudiera salir por ayuda, le dije: «Jorge* deme agua que estoy que me maluqueo». Él subió y la niña salió. Me preguntó que qué me pasaba. Le dije que dejara de ser cínico, que yo no era capaz de pararme. Al rato llegó una hermana de él con el marido. Me preguntaron que qué me había pasado y les dije que me había caído. No fui capaz de pararme. Jorge* se asustó y me dijo: «venga la subo a la cama».
Al otro día me llevaron a la clínica y me dijeron que me había dado un golpe muy fuerte en el pulmón. Allá me dejaron todo un día. Cuando salí no era capaz de subir escaleras. Ni siquiera de subir o bajar las aceras. Tenía que caminar muy despacio. Ni me podía agachar, nada. Me mandaron unos medicamentos y me dijeron que me tenía que cuidar porque el golpe había sido muy fuerte y si no lo hacía, podía quedar sufriendo del pulmón. A veces me duele, pero nada más. Ese ha sido el golpe físico más fuerte.
Jorge* no ha cambiado. Pero yo ya no me dejo, me defiendo con lo que encuentro. Y si no, los hijos sacan la cara por mí. Él a veces sí logra ganarme cuando estamos solos. Obviamente me importa que me pegue pero no lo demando porque… no sé por qué, por los hijos. No se me ha pasado por la cabeza. A veces lo amenazo pero él me dice que por eso no lo van a meter a ninguna parte. Yo ya me acostumbré.
Hoy en día trabajo interna entonces prácticamente no vivo con él. Sin embargo, sí quiero separarme porque él sigue en las mismas: con mujeres, con trago y con el juego. No me separo ya porque estoy esperando a ver si Sebastián* y Manuela* se organizan con la pareja que tienen ahora. Además, el papá es el que paga el arriendo y si a mí me tocara todo, no sería capaz, yo no es que gane mucho. ¡Y para colaborarle a mi familia! Porque es que yo también le tengo que ayudar a mi papá. Mis otras hermanas le ayudan pero no pagándole los servicios y eso.
A mí me toca duro, durísimo. A veces digo que ojalá y me muera para que nadie dependa de mí. ¿A usted le parece muy bueno que uno invite al marido a salir a alguna parte y que él diga que está cansado?, Y ¿que cuando uno llegue un fin de semana bien cansado de trabajar, por la noche sólo lo estén esperando para acostarse con uno y tratarlo mal? ¡Eso es injusto! ¡Yo porque no soy capaz de meterme con otro!
¿El suicido? Sí, una vez se me pasó por la cabeza pero ya no. Yo insisto en que vivir es muy bueno pero… sea lo que sea, ¡así me toque mantenerlos hasta viejos! pero ¡yo no dejo a mis hijos! ¡Nunca he vivido con ellos para dejarlos ahora!