Teodoro León Gross -licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Málaga, Doctor en Periodismo por la misma, columnista en el diario Sur y editorialista del Grupo Vocento y profesor de la Universidad de Málaga- entra en detalle sobre algunos planteamientos –relacionados con el infoentretenimiento y el espectáculo- de su libro “El periodismo débil”, escrito en el año 2005.
Pregunta. ¿Qué opinión merecen para usted las industrias de infoentretenimiento?
Respuesta. A mí todas las industrias por principio me parecen bien. Por tanto, la industria de infoentretenimiento como tal concepto no me parece malo. ¿Qué ocurre? que cuando el infoentretenimiento contamina el concepto de información, o cuando en determinados medios el infoentretenimiento reemplaza a la buena información, entonces se convierte en una amenaza para la calidad del periodismo.
El infoentretenimiento como complemento de una información general, de interés general, dirigida a públicos heterogéneos, está bien porque es una manera de tratar determinadas pautas de la agenda de un modo que llegue a cierto público que es más reacio a la información general.
P. ¿En qué radica el éxito de los productos sensacionalistas?
R. Radica esencialmente en que lo fácil tiene un público más numeroso que lo difícil; lo exigente sólo cautiva a las élites. Es decir, lo agradable, lo cómodo, lo sugestivo, lo tentador son conceptos que naturalmente generan audiencias mucho más masivas.
El sensacionalismo con su médula histórica de “La triple s” (sexo, escándalos y deportes), escándalos en un sentido amplio que va del suceso al escándalo político; el sexo en un sentido amplio que abarca desde su exhibición hasta elescándalo propiamente; y el deporte, logra conseguir un público muy numeroso. El éxito del sensacionalismo no es entonces generar ni públicos cualificados ni productos cualificados sino audiencias masivas.
P. Usted menciona el concepto de “mediamorfosis” de Roger Fidler que se refiere a la transformación de los medios de comunicación debido a la evolución de la tecnología. ¿Considera que ese cambio pone en peligro el modelo ideológico de “Prensa de referencia”?
R. No lo sabemos exactamente. Momentáneamente lo está zarandeando y no sabemos si de ese zarandeo el efecto final será que se caiga la parte que perturba el modelo o si se caerán los valores más clásicos del modelo. Estamos sumidos en el cambio de paradigma, aún no tenemos perspectiva porque el cambio se está produciendo y, por tanto, realmente ahora mismo es prematuro predecir cuál será exactamente el resultado. No obstante, en este momento claramente hay síntomas de preocupación porque incluso los periódicos de referencia más rigurosos en sus ediciones digitales juegan o utilizan el recurso de la dualización del discurso. Es decir, son a la vez periódicos de referencia con sus contenidos del periódico de papel y periódicos populares con los contenidos propios del infoentretenimiento, el espectáculo, el deporte, los sucesos y los escándalos.
P. ¿Cuál se supone que es el límite de libertad de expresión en los medios de comunicación?
R. El límite sería el que marca la propia condición de los derechos fundamentales. La libertad de expresión es un derecho fundamental y además, es un derecho de gran valor en la cultura democrática, pero no puede vulnerar otros derechos fundamentales como el derecho al honor, el derecho a la propia imagen, los derechos de la infancia, secretos de estado, etcétera. Por tanto, esos serían los límites básicos, los que trazan la cartografía general de la libertad de expresión. Ahora, yo creo que hay muchos otros límites que tienen que ver con la ética y que, aunque a lo mejor no son categorías, el instinto del periodista debe valorarlos en cada circunstancia concreta. Es decir, hay muchos casos en los que no hay justificación para publicar una noticia, para ocultar una fuente, para no verificar mejor un dato, para ignorar las consecuencias personales que puede tener una información mal elaborada etcétera y por tanto, esos yo creo que también son límites en el ejercicio práctico del periodismo que afectan a la libertad de expresión, que no es una coartada para publicar cualquier clase de información, sino que es, digamos, el derecho a comunicar ideas, opiniones e informaciones sin sufrir condicionamientos. Pero en ese sentido no hay que confundir libertad de expresión y derecho a la información.
P. El hecho de que la gente crea que “una imagen vale más que mil palabras” y que haya una cultura de imagen, más que de palabra –como usted lo dice en el libro-, ¿explica en parte el auge de las industrias del infoentretenimiento y de su impacto visual?
R. Sí, claro. El “homo videns” al que se refiere Giovanni Sartori lo explica entendiendo desde su tesis que el homo sapiens –el hombre racional que actúa en función del pensamiento- está siendo sustituido por una versión más simplificada que no es la del hombre que actúa en función del pensamiento, sino en función de los estímulos visuales o que deja que se sustituya su racionalidad por los estímulos visuales. En ese sentido, las claves de por qué la cultura de la imagen tiene tanto éxito es porque es una cultura menos exigente y menos elaborada que la cultura del discurso escrito, de la palabra impresa. Eso como fundamento. Después, hay muchas palabras que son absolutamente basura y hay muchas imágenes que son absolutamente prodigiosas y elaboradas. Pero digo que, por principio, ¿por qué la televisión tiene más audiencia que la prensa? porque indudablemente el consumo de televisión como un aparato de entretenimiento, como una vida de entretenimiento, es mucho más atractiva que la lectura de un medio informativo como el periódico.
P. ¿Qué consecuencias tiene la espectacularización para la profesión, la degrada de alguna manera?
R. Claro, la degrada inevitablemente. La información está estimulada en principio porque se considera que es un asunto de interés general que afecta a los ciudadanos y que por tanto, tienen el derecho de conocer. Cuando es el valor que tiene el hecho como espectáculo y no el que tiene como asunto de interés general lo que determina su mayor relieve en las agendas periodísticas, eso quiere decir que los ciudadanos están recibiendo ítems que no se refieren a sus necesidades informativas sino que están claramente aprovechando los instintos primarios del público.
P. Y a nivel cultural, ¿cómo repercute tanto espectáculo?
R. A nivel cultural tiene un efecto de retroalimentación me parece a mí. Es decir, dar espectáculo genera una nueva demanda, como siempre ocurre. Las audiencias, los gustos del público, las tendencias sociológicas, claramente son pastoreadas y los medios son un factor fundamental en la modulación de esos valores. ¿Qué ocurre cuando se da espectáculo? que éste se convierte en un asunto central para los referentes de esa sociedad, y cuando a ti te dan espectáculo como ingrediente, cada vez quieres más espectáculo. “Media vuelta de tuerca más”, podríamos decir citando a Henry James. En ese sentido, el problema que tiene el espectáculo es que genera una cultura que asocia la información con lo espectacular y no la información al interés general.
P. Entonces, ¿es un problema más de demanda que de oferta?
R. Es que la oferta genera demanda. Es decir, te pongo el ejemplo del periodismo sensacionalista de sexo y escándalos en España. No existía. ¿Por qué? por determinadas circunstancias históricas, por la inexistencia de periodismo popular desde el siglo XIX, porque la población tenía unas bases con unos niveles de analfabetismo demasiado altas y después, por una serie de dictaduras en las que esta semilla no podía germinar. A final del siglo XX éste es un nicho de mercado que en España no se está explotando. Las televisiones toman ese nicho, se dan cuenta que hay grandes posibilidades
porque en España no se está utilizando ese producto y empiezan poco a poco a modelar el gusto de la audiencia, una audiencia para la que eso no existía. Y hoy por hoy, hay una base de audiencia popular a la que han acostumbrado a querer, a disfrutar de esto y por tanto demandan más de esto. Es el principio de “pídeme lo que te doy, y te daré lo que me pides”, el principio de modelación de los gustos.
P. Para concluir, ¿existe una manera de frenar el problema o no hay vuelta atrás?
R. Como casi todos los problemas, claro que existe la posibilidad de frenarlo. Lo que ocurre es que el mayor instrumento para frenar este tipo de problemas es la educación; es la pedagogía que se haga en la escuela; son los valores que trasmitas a las nuevas generaciones. El tema de la televisión basura lo podríamos aplicar a la comida basura. Para los que llevan 20 o 25 años comiendo hamburguesas, es muy difícil que dejen de comerlas. Pero alguien que se incorpora ahora a la vida y que empieza a crecer, es decir, al niño actual, sí que pueden persuadirlo de que no las coma, sí que lo pueden apartar de esas cadenas de alimentos rápidos y protegerlo de una mala alimentación. Bueno pues evidentemente con educación y con pedagogía, si apartas de una dieta cultural miserable a una nueva generación, naturalmente tendrás mucho ganado para contener los efectos perversos de este tipo de mensajes. También es verdad que incluso no ya en los niños sino también en los adultos, es probable que haya un cierto hartazgo en algún momento de este tipo de productos. Habrá que ver cómo reaccionan las televisiones: si reaccionan con el más difícil todavía o si reaccionan dando un paso atrás y volviendo a productos algo más aceptables desde el punto de vista social.