Medellín, mi «nuevo» amor

¿Dónde estás?
En Medellín, respondí.

Sí, llegué hace ya 6 meses. Increíble, ¿no? «¡cómo corre el tiempo!» típica -pero cierta- frase de mamá.

Dejé España después de casi 9 meses. 9 largos meses en los que me dejé seducir por ese olor salado característico de una ciudad que convive con el mar y por ese encanto único e indescriptible que tiene Málaga. Meses en los que ese acento inquieto y veloz malagueño me hizo recapacitar sobre el idioma (¿hay realmente un solo «español»? ¡parecen cientos!) y en los que descubrí también que si bien los del mediterráneo son gente alegre y abierta, los paisas, mis paisas, son de una calidez humana que no tiene nombre y que no se encuentra en ningún otro lugar. Tal vez crean que padezco de un extraño etnocentrismo crónico pero no, «las cosas como son»: a Colombia la hace -casi toda- su gente. Y eso es algo que sólo se cree si se vive. Habría pues que «pecar» (y ¡qué buen pecado venir a Medellín!) y meter el dedo en la llaga.

Málaga y yo entablamos una bonita amistad. Fue difícil, no lo niego. Es más, tendría que aceptar también que los primeros 5 meses fueron unos de los más duros de mis 21 años. Y lo agradezco pues todo ese duro proceso de auto-conocimiento -porque eso fue lo que fueron esos meses- hicieron de mí lo que soy ahora.  ¿Cómo fue entonces que me quedé otros 4? No lo sé. Ese encanto «único e indescriptible» del que les hablé al principio fue lo que  logró retenerme, aunque no del todo (por eso estoy aquí otra vez).

A Málaga ahora la quiero, sí. Lo nuestro no es ciertamente un idilio de amor pero aún así, a pesar de lo «no tan bueno», dejó huella en este corazón que quisiera tener a veces de piedra -pero es imposible, claro-. ¿Tendrá celos ahora porque la dejé y tengo otro amor? Sí, quizás. Pero Málaga: ¡No seas tonta! ¡Tu sabes perfectamente que tienes lo tuyo! A ti y a Medellín no los pondría a competir. ¡Son tan distintos! ¡Tan perfectamente imperfectos! ¡Son tan míos los dos!

A Málaga tengo que agradecerle por haberme retenido. Sin ese período de prueba ahora no la querría. ¿Para eso lo hiciste? ¿No sobrevivirías sabiendo que hubo alguien con quien tu hechizo no sirvió?

El hecho de que me haya raptado me permitió conocer personas que me abrieron la puerta de su corazón. Fui para ellos una profeta de mi cultura, de mi pueblo. No sólo entraron a mi vida (y se quedarán en ella), sino también a mi mundo y sé que ahora entienden por qué estoy aquí. Es más, estoy segura de que algunos querrán meter el dedo en la llaga. Sí, así  es el ser humano, no se le puede tentar. Aunque en este caso he de decir que ¡qué buena tentación!

Caminar por sus calles fue tan placentero como abominable. Tener que salir de mi casa casi como un esquimal y tener que desvestirme en el bus -repleto de gente, a propósito- como una cebolla, capa por capa, fue algo que odié 3 meses. ¡3 meses! Ahora tengo que decir que «mi amor» -Medellín- nunca me haría eso. ¿Cómo me haría eso «La ciudad de la eterna primavera»? Sin embargo, tengo que decir que poder caminar en horas de la madrugada -y sola- es una de las cosas que más extraño y extrañaré hasta el día que tenga o quiera irme de aquí. Las cosas como son.

¡Ay Málaga! ¿Cómo se olvida un viejo amor? No, no se puede. Los recuerdos permanecen para siempre.  Sin embargo se hacen pasivos cuando se vive activamente el presente. Y eso es lo que hago hoy, aquí. Tengo claro qué hubo y qué fue ,y sé qué tengo y qué no. Tal vez mis ojos no tienen la fortuna de dejarse seducir por el azul profundo del mar ni por ese azul de un cielo siempre despejado, siempre mediterráneo. Pero no me quejo. Aquí tengo el placer de estar rodeada por una muralla de infinitas tonalidades verdes. Allá podía tocar arena, aquí puedo abrazar, por ejemplo, un roble viejo y hermoso      -del cual admiro y envidio su fuerza y porte-. Allá podía caminar bajo la luz de la luna, sí, pero acá puedo caminar de la mano de quienes quiero a una temperatura promedio de 24ºC todo el año. Allá podía interactuar con gente de distintas culturas pero aquí puedo hacerlo diario con la mía, siempre cálida y alegre. ¿Qué más puedo pedir?

¿Se puede extrañar un viejo amor? Sí, ¡por supuesto que sí!
Te extraño Málaga pero me siento bien sin ti. ¿Para qué negártelo?
Ahora quiero a Medellín. ¿Qué otra cosa puedo decirte? Quiero su cultura, su clima, sus montañas y su gente. Y de una u otra forma «quiero» también su inseguridad, su pobreza y sus debilidades. Son parte de él y uno no quiere alguien a medias (¿No crees?). Nadie es perfecto. Nadie. Ni tú, ni él, ni yo. Y aún así encontramos a quien amar y quien nos ame. Complejo, ¿verdad? Sí, todo es complejo (y me alegro de que así sea).

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